El autor Jean-Clade
Gillet, nos realiza un análisis en profundidad de proyectos de
animación sociocultural dentro de diferentes barrios de Francia teniendo como base el arte y la cultura, para poder
analizar su sentido y finalidad de los mismos.
Nos
pone en preaviso sobre proyectos y programas socioculturales, que están
presentes en innumerables centros y asociaciones, los cuales los usuarios se
convierten en meros consumidores de la propia actividad, perdiendo con ello
todo el sentido que se le quiere dar a través de la animación sociocultural. Estas
actividades pueden llegar a ser perjudiciales para la comunidad por diferentes
perspectivas, ya que por un lado no permanecen en el tiempo debido a su financiación,
promovida por políticas populistas, momentáneas y tendenciosas, y por otro
lado, ofrecen falsas realidades a sus usuarios; estas manifestaciones el autor
denomina “culturalismo de Estado”. Pone un ejemplo de estas situaciones con los
innumerables proyectos para la creación de grupos de rap. Los jóvenes no se
inscriben por el sentido que tiene este tipo de creación musical, ni la propia
organización lo fomenta, si no que buscan a través de ella el éxito musical y
económico, intentando buscar una vía de escape a sus situaciones actuales de
exclusión, perdiendo con ello el disfrute de la creación artística. Pasado el
tiempo, estos grupos ven la realidad de que su éxito es imposible y vivir de
una manera digna con ello menos aun, volviendo a su realidad social, por lo que
entran una espiral de insatisfacción acrecentando más aun su situación de
exclusión social y frustración.
La
verdadera esencia de la animación sociocultural y el objetivo que debe tener,
está en otra línea muy diferente que dar actividades de consumo a la
ciudadanía, ya que los animadores deben buscar la facilitación de encuentros artísticos
y culturales para la creación de tejido social y promoción de la cultura, se debe dar un
sentido de aprendizaje de la vida social alrededor de una visión totalmente democrática.
En nuestro
caso como educadores sociales como funciones de animadores socioculturales, no
debemos olvidar en ningún momento la perspectiva educadora de nuestras acciones.
Los proyectos que generemos o en los que trabajemos, deben buscar el acceso cultural y artístico a las
capas más desfavorecidas de la sociedad y reconocer por otro lado su propia
cultura, haciéndolas llegar a toda la ciudadanía. Ejemplificando esto de una
forma práctica, se podría decir que la ciudadanía debe conocer las grandes
obras artísticas como son las de Picasso o Velázquez, comprendiéndolas y disfrutándolas,
pero además hay que dar a conocer las obras urbanas y su reconocimiento dentro
de toda la sociedad, como es el caso de los grafitis, ya que son otra expresión
cultural de la sociedad.
Para concluir
el autor denomina a estas dos expresiones de proyectos socioculturales de
diferente forma, a las primeras como actividades
y a las últimas acciones. Las actividades
son tendencias las cuales persiguen un fin, estos fines dan un interés más personal
y egoísta a la participación en los programas, realizando una reproducción
cultural promovida por el consumismo y el capitalismo actual. En la otra cara
nos encontramos con las acciones, que dan una motivación para la
creación de participación, democracia y solidaridad, partiendo como base el desarrollo
y la promoción social. Teniendo otra función muy característica y beneficiosa
para la sociedad, la producción cultural y democratización cultural, donde se
generan procesos de creación cultural y artística en todos los estratos de la
sociedad y para todos. Por eso el modelo a seguir en nuestras acciones dentro
de las organizaciones, son creación de propuestas basadas en la acción.
Gillet,
Jean-Claude. (2006): La animación en la comunidad. Un modelo de animación
socioeducativa. Barcelona, Graó.
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