Jane Jacobs
es defensora de un tipo de vida urbana que garantice a las personas ciertas
capacidades y elecciones, entre estos
elementos considera esenciales dos “seguridad e intimidad”.
La
libertad que nos concedía el anonimato en las ciudades ha dejado de ser una
cualidad, pues cada vez existe más control sobre todo lo que hacemos. Con el
avance de las tecnologías la existencia
de dispositivos de control o vigilancia aumenta sin parar, desde el parquímetro
que delimita tus horarios hasta las video cámaras que están presenten en cada
vez mas multitud de lugares, controlando
los flujos de ciudadanos y sus acciones, e interponiendo la seguridad
frente a la intimidad personal, lo que esta provocando una deshumanización de la
ciudad pues cada vez existen menos espacios de la vida que se escapen al
control.
Pero ¿acaso
es posible estar fuera del control?
La existencia de control estricto sobre la vida de las personas se debe en parte a
la idea de que la seguridad se logra mediante el miedo y la coacción, que es lo
que esta transformando nuestras ciudades. Las casas se diseñan pensadas para
evitar robos, los espacios públicos, las urbanizaciones, pensados para que los
niños no corran peligro, es decir, existe una construcción social que sirve
como mecanismo de desconfianza para los ciudadanos, que acaban polarizando la
ciudad en los buenos y los malos y construyendo una forma de vida totalmente
individualista, en el anonimato, donde se crea un miedo “al otro” en el que nadie
confía en nadie.
Jacobs
contrariamente defiende un modelo de seguridad basado en la confianza, en el
conocimiento mutuo, donde la existencia de espacios de comunicación y encuentro
favorece la creación de vínculos entre personas.
Por
todo ello vemos necesario promover la creación de lugares donde la gente pueda
compartir su tiempo, donde aprender a reconocer a los demás en sus diferencias
y necesidades , así como a usar de una
forma agradable el espacio público, donde aparezca un mínimo contacto con “el
otro” para la creación y ampliación de vínculos sociales siempre dejando una
determinada distancia en ellos, que permita poco a poco una trasformación en
los usos del espacio publico y en la propia ciudad, pues un lugar solo puede
parecer amable si existe una confianza en el.