jueves, 29 de marzo de 2012

Urbanismo reciente




Jane Jacobs es defensora de un tipo de vida urbana que garantice a las personas ciertas capacidades y elecciones,  entre estos elementos considera esenciales dos “seguridad e intimidad”. 

La libertad que nos concedía el anonimato en las ciudades ha dejado de ser una cualidad, pues cada vez existe más control sobre todo lo que hacemos. Con el avance de las tecnologías  la existencia de dispositivos de control o vigilancia aumenta sin parar, desde el parquímetro que delimita tus horarios hasta las video cámaras que están presenten en cada vez mas multitud de lugares, controlando  los flujos de ciudadanos y sus acciones, e interponiendo la seguridad frente a la intimidad personal, lo que esta provocando una deshumanización de la ciudad pues cada vez existen menos espacios de la vida que se escapen al control.

Pero ¿acaso es posible estar fuera del control?

La existencia de control estricto sobre la vida de las personas se debe en parte a la idea de que la seguridad se logra mediante el miedo y la coacción, que es lo que esta transformando nuestras ciudades. Las casas se diseñan pensadas para evitar robos, los espacios públicos, las urbanizaciones, pensados para que los niños no corran peligro, es decir, existe una construcción social que sirve como mecanismo de desconfianza para los ciudadanos, que acaban polarizando la ciudad en los buenos y los malos y construyendo una forma de vida totalmente individualista, en el anonimato, donde se crea un miedo “al otro” en el que nadie confía en nadie.

Jacobs contrariamente defiende un modelo de seguridad basado en la confianza, en el conocimiento mutuo, donde la existencia de espacios de comunicación y encuentro favorece la creación de vínculos entre personas.

Por todo ello vemos necesario promover la creación de lugares donde la gente pueda compartir su tiempo, donde aprender a reconocer a los demás en sus diferencias y necesidades , así como  a usar de una forma agradable el espacio público, donde aparezca un mínimo contacto con “el otro” para la creación y ampliación de vínculos sociales siempre dejando una determinada distancia en ellos, que permita poco a poco una trasformación en los usos del espacio publico y en la propia ciudad, pues un lugar solo puede parecer amable si existe una confianza en el.

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